domingo, 20 de julio de 2014

En un artículo para la revista Scientific American Mind, Nessa Victoria Bryce describe las etapas del proceso creativo partiendo de casi cien años de investigaciones. Lo primero que salta a la vista es que existen dos grandes caminos para llegar a soluciones creativas: a través de la percepción repentina (insight) o el pensamiento analítico.

Los cinco pasos de una mente creativa

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Inspirulina
Inspirulina

¿Se te ha ocurrido una idea genial mientras te bañas? Esos son los momentos eureka. Electrizantes y transformadores, estos chispazos creativos no surgen de la nada. Son parte de un proceso que involucra curiosidad, trabajo mental y una ayuda del inconsciente.
En un artículo para la revista Scientific American Mind, Nessa Victoria Bryce describe las etapas del proceso creativo partiendo de casi cien años de investigaciones. Lo primero que salta a la vista es que existen dos grandes caminos para llegar a soluciones creativas: a través de la percepción repentina (insight) o el pensamiento analítico. El primero es una suerte de epifanía, el momento del ¡ajá! repentino, mientras que la ruta analítica supone un método claro y establecido.
En ambos casos el proceso comienza al poner la curiosidad en acción. Esta es la etapa de exploración, cuando recabamos información sobre la situación que deseamos resolver y nos preguntamos ¿cómo puedo hacer esto de otra manera?
Explorar opciones aparentemente inconexas resulta muy útil para las mentes que trabajan por insight, puesto que aquello que nada tendría que ver con el asunto podría convertirse en algo clave. Así que cuando explores, hazlo libremente, con ganas de fluir.
Luego viene la etapa de enfocarse. “Las soluciones a los grandes problemas requieren práctica, habilidades y estudio”, escribe Bryce en su artículo. “Aún así, las soluciones creativas aparecen cuando alguien aplica su experiencia en nuevos campos”. Esto nos dice que debemos invertir tiempo y energía en la situación que tenemos por delante, sea un libro, una estrategia de negocios o el presupuesto familiar.
Si bien hay actividades que nos apasionan más que otras, para que la creatividad aparezca hay que poner las neuronas a trabajar y echar mano de lo que hemos aprendido en la vida.
La siguiente etapa podría sonar contradictoria. Es el momento de la incubación, cuando abrimos espacios para que la mente inconsciente trabaje. Si te fijas, el momento eureka suele llegar cuando estamos distraídos en otra cosa, y los estudios comprueban que bajarle el volumen al pensamiento consciente es una excelente vía para llegar a soluciones creativas. Caminar, bañarse en el mar, meditar o descansar permite que el inconsciente traiga a la luz esa idea que ha venido rumiando sin que lo supiéramos.
El cuarto paso es la percepción repentina. Es el chispazo creativo, el momento en el que “la respuesta se hace evidente”. Acá el cerebro trabaja de manera amplia y hace conexiones que no son tan evidentes. Conecta los puntos y saltan las ideas: de pronto vemos todo desde otro ángulo. Los estudios señalan que la activación del hemisferio derecho cerebral, encargado del pensamiento más abstracto y general, es el más activo en esta etapa.
Por último viene el seguimiento, pues no hay idea perfecta ni definitiva. De hecho, al ser consultado sobre su capacidad creativa, el premio nobel Linus Pauling dijo: “Tengo muchas ideas y desecho las malas”. Por eso, verificar, ensayar y ajustar nuestras ideas es tan importante. Esto podemos hacerlo con colegas, amigos o por experiencia directa. La ventaja es que al llegar a este punto nuestro ánimo está elevado y así reforzamos las ganas de seguir explorando.
Desarrollar la creatividad (que todos tenemos) es una emocionante forma de enriquecer nuestras vidas y ampliar horizontes. Buscando respuestas creativas a las pequeñas y grandes situaciones cotidianas tenemos una oportunidad fabulosa de saborear la existencia y, de paso, transformar el mundo que nos rodea.
Entonces, ¿listos para dar los primeros pasos?

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