Lectura Tangente
Marisol Pradas
Notitarde 26-05-12
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El tercer acto
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Si modificamos nuestra relación con los
hechos y personas del pasado las vías neuronales pueden cambiar, mucho más
cuando, les inyectemos energía positiva, de acuerdo a lo revelado por Jane
Fonda, quien después de investigar y reflexionar sobre su vida personal, ofrece
al mundo sus conocimientos para lograr una transformación de lo que ella
denomina el tercer acto. He aquí parte de su planteamiento:
"Ha habido muchas revoluciones en
el último siglo, pero quizás ninguna tan importante como la revolución de la
longevidad. Estamos viviendo hoy en día un promedio de treinta y cuatro años
más que nuestros bisabuelos. Piensen en eso. Eso es toda una existencia que ha
sido añadida a nuestra vida adulta. Y, sin embargo, en su mayor parte, nuestra
cultura no ha llegado a un acuerdo en lo que esto significa. Todavía estamos
viviendo con el viejo paradigma de la edad como un arco. Esta es la vieja
metáfora: nacemos, llegamos a la cima a la mitad de la vida y decrecemos en la
decrepitud. La edad como una patología.
Sin embargo, muchas personas hoy en día
-filósofos, artistas, médicos, científicos- están tomando una nueva mirada a lo
que yo llamo el tercer acto, las tres últimas décadas de la vida. Se han dado
cuenta de que esta es en realidad una etapa en el de desarrollo de nuestra
vida, con su propio significado, tan diferente de la mediana edad como la
adolescencia difiere de la infancia. Y se preguntan lo que todos deberíamos
estar preguntando: ¿Cómo podemos utilizar este tiempo? ¿Cómo podemos vivir con
éxito? ¿Cuál es la nueva metáfora apropiada para el envejecimiento?
Me he pasado el último año investigando
y escribiendo sobre este tema. Y he llegado a encontrar que una metáfora más
apropiada para el envejecimiento es una escalera, la ascensión del espíritu
humano, que nos ha dado la sabiduría, la integridad y la autenticidad. La edad
ya no como una patología, la edad como potencial. Y ¿adivinen qué? Este
potencial no es para unos pocos afortunados. Resulta que, la mayoría de las
personas mayores de cincuenta años se sienten mejor, tienen menos estrés, son
menos hostiles, menos ansiosas. Tendemos a ver puntos en común más que
diferencias. Algunos de los estudios, incluso, dicen que somos más felices.
Esto no es lo que yo esperaba, créanme.
Yo vengo de una larga línea de depresivos. A medida que se acercaba a mis
cuarenta años, cuando me despertaba en la mañana mis primeros seis pensamientos
eran negativos. Me asusté. Pensé, ¡oh, Dios mío!, voy a convertirme en una
vieja amargada. Pero ahora que estoy justo a la mitad de mi tercer acto propio,
me doy cuenta de que nunca he sido más feliz. Tengo una fuerte sensación de
bienestar. Y he descubierto que cuando estás dentro de la vejez, contrariamente
a verla desde afuera, el miedo se desaparece. Nos damos cuenta de que seguimos
siendo los mismos tal vez aún más.
Picasso dijo una vez: "Se necesita
mucho tiempo para ser joven."
Ahora, permítanme decir algo sobre la
escalera, que puede parecer una extraña metáfora para los adultos mayores, dado
el hecho de que para muchas personas mayores las escaleras son un reto, en el
que me incluyo. Como ustedes saben, todo el mundo funciona en una ley
universal: la entropía, la segunda ley de la termodinámica. La entropía
significa que todo en el mundo, todo, está en un estado de deterioro y la
decadencia; el arco. Solo hay una excepción a esta ley universal, el espíritu
humano, que puede continuar ascendiendo -la escalera- hasta la plenitud, la
autenticidad y la sabiduría.
Y aquí está un ejemplo de lo que quiero
decir. Esta ascensión puede ocurrir hasta en los desafíos físicos más extremos.
Hace unos tres años, leí un artículo en el New York Times. Se trataba de un
hombre llamado Neil Selinger -57 años, abogado retirado- que se había unido al
grupo de escritores de la Universidad Sarah Lawrence donde encontró su vena
creativa. Dos años más tarde, se le diagnosticó esclerosis lateral amiotrófica,
o mal de Lou Gehrig. Es una enfermedad terrible, mortal. Daña el cuerpo pero la
mente permanece intacta. En este artículo, el señor Selinger escribió lo
siguiente para describir lo que le estaba pasando. Y cito: "A medida que
mis músculos se debilitan, mi escritura se hacía más fuerte. A medida que iba
perdiendo lentamente el habla, ganaba mi voz. A medida que disminuía, crecía. A
medida que perdía tanto, comencé finalmente a encontrarme a mí mismo. Neil
Selinger, para mí, es la encarnación del ascenso por la escalera en su tercer
acto.
Todos nacemos con el espíritu, todos
nosotros, pero a veces decae por los desafíos de la vida, la violencia, el
abuso, la negligencia. Tal vez nuestros padres sufrieron de depresión. Tal vez
ellos no fueron capaces de amarnos más allá de nuestros éxitos o fracasos. Tal
vez todavía padecemos de un dolor psíquico, una herida. Tal vez pensamos que
muchas de nuestras relaciones no han concluido y tenemos la sensación de estar
"inconclusos". "Tal vez la tarea del tercer acto es terminarnos
a nosotros mismos".
Ver:
http://www.ted.com/talks/lang/es/jane_fonda_life_s_third_act.html
E-mail: mpradass@gmail.com
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