6/1/2008 EN CUERPO Y ALMA En la cruz de nuestro cuerpo adquiere vida el milagro del sujeto, ese centro céntrico donde ya no podemos más ser tan sólo objetos. Cuerpo cauce. Cuerpo río. Cuerpo mar. En tu espacio está grabada in -vivo la memoria evolutiva de todas las especies; en tu vacío ilimitado se insinúa el programa de toda la progenie.
En la cruz del cuerpo algo tiembla en nuestras manos cuando amamos. Algo brilla en nuestros ojos en la proximidad de la muerte. Algo en nuestro cuerpo revela el infinito al sentir la caricia del sol cada mañana. Algo se inyecta en nuestra sangre y acelera el corazón y asciende incendios al cerebro en cada momento de pasión. Algo duele hondo en las entrañas ante cada pérdida. Hay también algo que muere en cada noche cuando ingresamos en la dimensión misterios del dormir. Siente tus pies como raices que se hunden hasta el centro de la tierra, deja tus huellas con tu vida para que el camino sea cauce de una corriente viva. Sintamos el misterio universal de nuestro cuerpo para dar en él sentido al universo. Crucificados en el cuerpo, experimentamos ese centro donde parece comenzar y terminar el universo. En la cruz de nuestro cuerpo adquiere vida el milagro del sujeto, ese centro céntrico donde ya no podemos más ser tan sólo objetos. Cuerpo cauce. Cuerpo río. Cuerpo mar. En tu espacio está grabada in -vivo la memoria evolutiva de todas las especies; en tu vacío ilimitado se insinúa el programa de toda la progenie. En ti siento luminosa el alma. En tu centro el ritual del amor. En tu norte el fuego del espíritu. En ti, cuerpo, el pasado es un territorio del presente, memoria comprimida hasta el estrecho y profundo margen del ahora. Cuerpo, huella de las eternas horas en las que aún es de carne la palabra y la conciencia todavía taladra la materia, para abrir el cauce a la corriente de la vida. Cuerpo, carcelero del ser y libertador de la vida, marea contenida y maremoto posible, ¿cuánto de ti hemos negado, como si se pudiera de verdad negar la misma madre? ¿Cuánto de ti hemos rechazado para ser espirituales, como si fuera posible al fuego arder sin el madero? Cuerpo mío, tuyo, nuestro, cuerpo de todos, universo cuerpo, eres la morada acogedora del infinito vacío que yace tras la intensa nada. Cuerpo, trama congelada de la vida, ceniza de fuego solar, surco del amor, semilla de espiritual materia, resonador de las estrellas. Cuerpo, eras el espíritu y no lo sabía, eras la misma vida y lo ignoraba. Eras la conciencia densa que había de arder para revelar la esencia de la llama. Eras, cuerpo, una partícula de ese único madero - materia y madre- que atrapó el fuego de las edades para que hoy pudiera arder y ser una sola llama con el fuego amoroso de las almas. Jorge Carvajal Posada |
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