Un genio, sí; pero también un ser terco y vanidoso. Así retrata
Jane Hawking a quien durante veinticinco años fue su marido:
Stephen Hawking. Lo cuenta en «Hacia el infinito»
Nada es más difícil que sentir curiosidad por alguien y no verse obstaculizado por ideas preconcebidas. Y no hay duda de que las imágenes del científico Stephen Hawking, tan popular por su teoría de los agujeros negros como por su aspecto inconfundible, incrustado en una silla de ruedas y sin ninguna movilidad, siquiera para poder mantener la cabeza erguida, despiertan la curiosidad y favorecen las ideas preconcebidas. ¿De veras es posible que una persona con sus severas limitaciones físicas, aquejado de una enfermedad motoneuronalirreversible, haya podido sacar adelante no un matrimonio sino dos, y tener hijos?
Supongo que todos, contemplando alguna fotografía del eminente científico, nos hicimos alguna vez, azorados, esta pregunta y vimos ahí una especie de agujero negro, reacio a ser comprendido y presto, por el contrario, a dejar que nuestras ideas preconcebidas tuvieran su pequeña vida. Pero para las preguntas que nos salen al paso ante las cosas del mundo, a veces hallamos respuesta y otras, no. He aquí el poder de la autobiografía, capaz de descorrer el velo de una historia personal y ofrecerla a los demás como testimonio de una lucha no siempre bien comprendida por el entorno (sin conflicto, sin la necesidad de que alguien nos escuche o conozca nuestras razones, no hay autobiografía).
Jane Hawking analiza la evolución de sus vidas y su agotamiento emocional
Galardones y obstáculos
El interés de la autobiografía de Jane Hawking radica no tanto en la escritura, cargada de «lluvias torrenciales», «hijos encantadores» y tópicos difícilmente aceptables (la elección de Francia como lugar de veraneo por la devoción del país a la Virgen María :–«la intermediaria femenina con las figuras masculinas de la Trinidad»), como en la sinceridad con que nos habla de una larga historia personal de triunfos y fracasos.
La autora preserva la intimidad de su matrimonio, no entra en detalles que serían de mal gusto, mantiene una actitud compensada hacia Stephen Hawking –es un genio y en su mente bulle un mundo, pero es un ser retraído, terco y vanidoso que utiliza su fama creciente paracompensar su inmenso sufrimiento interior–, pero sí analiza la evolución de sus vidas y el agotamiento emocional de ambos ante una existencia llena de triunfos y galardones en su aspecto público y de miserias y obstáculos innumerables en el privado.
La imagen de Stephen Hawking queda muy maltrecha en el libro
Se alza, pues, un muro entre ellos, dejando dos bandos rivales: a un lado Jane, su amigo Jonathan y en parte sus tres hijos; al otro Stephen y el séquito de cuidadores y enfermeras que se hacen cargo de su día a día, le siguen a todas partes, en todos los viajes, y que acaban por tomar el poder. Es probable que en una de las enfermeras, Elaine Mason, Hawking encontrara una persona más fuerte que Jane (o menos agotada) con la que, de algún modo, podía volver a tener una relación física.
Jane Hawking sobre España
Sea como fuere, su imagen queda muy maltrecha en el libro, a pesar del esfuerzo evidente de la autora por no hacer sangre. Pero no sería extraño que muy pronto conociéramos su propia versión del drama familiar. Su matrimonio con Stephen duró diez años.
Al margen de la peripecia familiar, y del deseo evidente de Jane Hawking de abrazar amorosamente su pasado, es interesante conocer de primera mano el funcionamiento de los campus universitarios más prestigiosos del mundo (Oxford y Cambridge) y comprender la intensidad con que los científicos compiten en la esfera internacional (olvidémonos de España, a años luz en cuanto al prestigio concedido a sus docentes y a los recursos puestos a su disposición).
A veces los seres humanos somos alcores, pese a la fragilidad
Una palabra sobre la vocación de Jane Wilde por la literatura española medieval. La descubrió como estudiante de la mano de Alan Deyermond y Peter Dronke y sorprende en el libro encontrar ideas, a veces un tanto pueriles pero seductoras, sobre la importancia de la corte alfonsina en el siglo XIII o el valor del Romancero, con sus moros y cristianos, sus doncellas y alcores de los que hablan sus fuentes. A veces los seres humanos somos alcores, pese a la fragilidad, firmemente asentados en nuestro ideal, y con eso puede llegarse muy lejos.
«Hacia el infinito»
JANE HAWKING
Autobiografía. Traducción de José Luis Delgado Pérez. Lumen, 2015. 550 páginas. 22,90 euros
No hay comentarios:
Publicar un comentario