Pobreza y socialismo
La pobreza como consigna política ha sido la bandera de los comunistas a lo largo de su actuar público. En nombre de los proletarios y pobres del mundo han sembrado el universo de muerte y más pobreza. Los comunistas venezolanos han hecho, igualmente, de la lucha por los pobres un tema recurrente en su discurso político, pero han gobernado en medio de una gigantesca riqueza, que han dilapidado, robado y malbaratado. En nombre de los pobres ha surgido la boliburguesía, grupo de revolucionarios, amigos de la logia militar golpista que desde el 4 de febrero de 1992, vienen haciendo estragos en la estructura social, política y económica de nuestra amada Venezuela. La boliburguesía y la burocracia militarista y socialista son los grandes ganadores de la estatización de la economía, son los que logran licencias de importación con dólares preferenciales, son quienes han manejado el control de cambio, y quienes autorizan y han autorizado las asignaciones de las divisas. Ellos han arruinado el país, y han hecho más pobres a los venezolanos, mientras disfrutan de unas riquezas nunca antes vistas en nuestra maltrecha nación.
Es tal el descaro y la manipulación que hacen de los pobres, que ya no guardan las formas, cuando se trata de buscar argumentos para sostenerse en el poder. La declaración más reciente la han hecho Tarek el Aissami, en un acto proselitista en Maracay, en presencia y con el consentimiento del presidente Maduro.
Allí El Aissami afirmó: “Mientras más uno consigue pobreza hay más lealtad a la revolución y más amor por Chávez, mientras el pueblo es más pobre es más leal al proyecto revolucionario”.
Estos personajes de la izquierda radical y militarista venezolana tienen un apego al poder total y prolongado, y han demostrado hasta la saciedad su talante antidemocrático, de modo que confesada su convicción, según la cual “mientras el pueblo es más pobre es más leal al proyecto revolucionario”, se colige de inmediato, que para mantener el poder y preservar a la revolución, hay que mantener la pobreza.
Eso explica, porque la política social de la izquierda borbónica, (como bien la definió Teodoro Petkkof) no apunta a superar la pobreza, sino a mantenerla con un asistencialismo, que los haga dependiente del gobierno; y en consecuencia verse siempre obligados a depender de las dadivas oficiales para poder sobrevivir. Ello hace posible la sumisión acrítica a un régimen profundamente deshumanizado y corrompido, como el que hoy gobierna a nuestra patria.
Ya lo comunicó recientemente, otro de los jóvenes integrantes de esa insensible y soberbia cúpula roja, Héctor Rodríguez, ministro de Educación, quien afirmó: “No es que vamos a sacar a la gente de la pobreza para llevarla a la clase media, para que después aspiren a ser escuálidos”. (Diario El Nacional 25 de febrero de 2014)
Estas afirmaciones formuladas por dos de los más cercanos colaboradores del presidente Maduro, demuestran claramente, que el gobierno comunista no está en disposición de sacar a nuestra gente de la pobreza. No está dispuesto a promover un cambio para liberar a nuestro pueblo de la dependencia de un gobierno, que convirtió a Venezuela en una explanada de colas para mendigar una bolsa de comida; y a un segmento demasiado grande de ciudadanos, en seres dependientes de una dadiva oficial; con lo cual se les obliga a colocarse una franela roja, para subsistir en medio de la desolación que las políticas chavistas han producido en toda la estructura económica, urbana y rural del país.
La pobreza es la base del poder político del chavismo. Así lo confiesan los integrantes de la ineficiente cúpula roja.
A los pobres debemos volcar nuestro esfuerzo. A ellos debemos llevar nuestro mensaje liberador. La democracia es el camino para superar la pobreza. En democracia las políticas sociales deben estar dirigidas a hacer independientes a esas personas, a través de la educación y el trabajo. Nuestra consigna debe ser muy clara, mientras el militarismo rojo quiere a los pobres más pobres para poderlos someter y dominar, los demócratas queremos que superen la pobreza y puedan tener la libertad suficiente para decidir su propio futuro, el de su familia y el de su país.
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