¡Un buen día viéndote al espejo!
El mundo es un espejo, que devuelve a cada persona el reflejo de sus propios pensamientos
CARLOS DORADO | EL UNIVERSAL
domingo 15 de febrero de 2015 12:00 AM
Un buen día viéndote al espejo, de repente te das cuenta de que ya has vivido más de lo que te falta por vivir, y que ese futuro que veías tan lejano, es ahora pasado; donde los recuerdos superan las ilusiones, donde casi todo pasó, sin casi darte de cuenta que pasó, y donde ese niño que se ilusionaba por cualquier cosa, ahora es el adulto que solo se ilusiona por demasiadas pocas cosas; y comienzas a pensar en cosas que antes no pensabas.
Un bien día viéndote al espejo, de repente te das cuenta de lo rápido que ha pasado el tiempo, y que ese rostro senil, ese cuerpo que perdió la figura y que te resistes a reconocer: ¡es el tuyo! Donde esa arruga, ese pelo blanco, están teniendo demasiada compañía; y comienzas a darte cuenta que tú también tienes fecha de caducidad, y que ya no está tan lejana como tú pensabas. ¡El pasado es lo que fue, y no tiene vuelta de hoja! Y aquello que en su tiempo fue locura, ya se convirtió en experiencia, y ahora se está desvaneciendo como recuerdo. ¡Quizás anhelabas llegar a viejo, y ahora te preocupa que llegaste a lo anhelado! Y te sientes como esos libros empolvados que hace tiempo que nadie lee, y que si desapareciesen nadie lo notaría. También te estás acostumbrando a leer los obituarios del periódico, y sin querer, cuentas aquellos que son más jóvenes que tú, y notas que ya comenzaron a ser mayoría.
Un buen día viéndote al espejo, de repente te das cuenta que antes con cada sueño que moría, te nacían cientos, ahora te mueren cientos y si acaso, con suerte te nace uno; y te das cuenta de que todas esas pequeñas decisiones que tomaste sin darte cuenta, resultaron ser las grandes decisiones en tu vida. Ya no te interesa aprender, te conformas con entender. Ya no eres curioso, ya no te gustan las sorpresas, que tanto disfrutabas antes. De repente, te das cuenta de que ya no te importa la vida, sino el tiempo; y que tratas de alargarlo desesperadamente, sin que te importe vivir sino únicamente durar. ¿Vivir o durar?
Un buen día viéndote al espejo, de repente te das cuenta de que hay muchas cosas que te hubiese gustado hacer y no hiciste, y demasiadas cosas que hiciste que no te gustó hacer, y que seguramente hiciste muchas cosas, pero te olvidaste de la más importante: ¡Vivir! Que quizás concentraste demasiada energía en las tormentas, pero muy pocas veces gozaste del sol.
¡Vuelve a vivir! Porque también es hermoso contemplar el rostro surcado de arrugas, un rostro que ha vivido, y unos ojos que reflejan una bella luz. ¡Ilusiónate de nuevo! y que tu mayor ilusión sea el seguir teniendo ilusiones, sin permitir que desaparezcan las fantasías, ya que no podrás vivir el presente, si vives añorando el pasado.
¡Enamórate de nuevo! Ya que los hombres no dejan de enamorarse cuando envejecen, sino que envejecen porque precisamente dejan de enamorarse. Y trata de buscar cada día la loca esperanza y la absurda alegría.
Ya que a pesar de todo, y de que la vida es dura, también es un milagro, y también es una aventura; y dejando la puerta abierta, seguramente muchos rayos de sol se cuelen por la misma, ya que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.
Y el mundo es precisamente eso: un espejo, que devuelve a cada persona el reflejo de sus propios pensamien-tos. La manera como se encara la vida y sobre todo la vejez, es la gran diferencia entre vivir o durar.
Un buen día viéndote al espejo, de repente te das cuenta.
cdoradof@hotmail.com
Un bien día viéndote al espejo, de repente te das cuenta de lo rápido que ha pasado el tiempo, y que ese rostro senil, ese cuerpo que perdió la figura y que te resistes a reconocer: ¡es el tuyo! Donde esa arruga, ese pelo blanco, están teniendo demasiada compañía; y comienzas a darte cuenta que tú también tienes fecha de caducidad, y que ya no está tan lejana como tú pensabas. ¡El pasado es lo que fue, y no tiene vuelta de hoja! Y aquello que en su tiempo fue locura, ya se convirtió en experiencia, y ahora se está desvaneciendo como recuerdo. ¡Quizás anhelabas llegar a viejo, y ahora te preocupa que llegaste a lo anhelado! Y te sientes como esos libros empolvados que hace tiempo que nadie lee, y que si desapareciesen nadie lo notaría. También te estás acostumbrando a leer los obituarios del periódico, y sin querer, cuentas aquellos que son más jóvenes que tú, y notas que ya comenzaron a ser mayoría.
Un buen día viéndote al espejo, de repente te das cuenta que antes con cada sueño que moría, te nacían cientos, ahora te mueren cientos y si acaso, con suerte te nace uno; y te das cuenta de que todas esas pequeñas decisiones que tomaste sin darte cuenta, resultaron ser las grandes decisiones en tu vida. Ya no te interesa aprender, te conformas con entender. Ya no eres curioso, ya no te gustan las sorpresas, que tanto disfrutabas antes. De repente, te das cuenta de que ya no te importa la vida, sino el tiempo; y que tratas de alargarlo desesperadamente, sin que te importe vivir sino únicamente durar. ¿Vivir o durar?
Un buen día viéndote al espejo, de repente te das cuenta de que hay muchas cosas que te hubiese gustado hacer y no hiciste, y demasiadas cosas que hiciste que no te gustó hacer, y que seguramente hiciste muchas cosas, pero te olvidaste de la más importante: ¡Vivir! Que quizás concentraste demasiada energía en las tormentas, pero muy pocas veces gozaste del sol.
¡Vuelve a vivir! Porque también es hermoso contemplar el rostro surcado de arrugas, un rostro que ha vivido, y unos ojos que reflejan una bella luz. ¡Ilusiónate de nuevo! y que tu mayor ilusión sea el seguir teniendo ilusiones, sin permitir que desaparezcan las fantasías, ya que no podrás vivir el presente, si vives añorando el pasado.
¡Enamórate de nuevo! Ya que los hombres no dejan de enamorarse cuando envejecen, sino que envejecen porque precisamente dejan de enamorarse. Y trata de buscar cada día la loca esperanza y la absurda alegría.
Ya que a pesar de todo, y de que la vida es dura, también es un milagro, y también es una aventura; y dejando la puerta abierta, seguramente muchos rayos de sol se cuelen por la misma, ya que la muerte no llega con la vejez, sino con el olvido.
Y el mundo es precisamente eso: un espejo, que devuelve a cada persona el reflejo de sus propios pensamien-tos. La manera como se encara la vida y sobre todo la vejez, es la gran diferencia entre vivir o durar.
Un buen día viéndote al espejo, de repente te das cuenta.
cdoradof@hotmail.com
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