jueves, 27 de noviembre de 2014

En nuestro país cerca de 3 millones de personas padecen una enfermedad crónica no trasmisible. La inquietud y preocupación que quisiera expresar, ya que nadie está exento en algún momento de su vida de convertirse en un paciente crónico, es la penuria que está padeciendo actualmente para conseguir el medicamento indicado para mantenerse en condiciones estables; en caso contrario correría riesgo de perder su calidad de vida o descompensarse y m

La odisea del paciente crónico


El paciente crónico tiene una condición muy especial, pues es aquel que padece una enfermedad de progresión lenta que perdura en el tiempo, y amerita recibir tratamiento por tiempo indefinido que le permitirá mantenerse estable con un adecuado control de su enfermedad y lograr una buena calidad de vida, lo cual es el objetivo principal. Se trata, por ejemplo, de pacientes con problemas cardiovasculares, hipertensos, diabéticos, epilépticos, y muchos otros poseedores de enfermedades crónicas no trasmisibles, también los pacientes oncológicos. Según la Organización Mundial de la Salud estas enfermedades representan la causa de muerte más importante en el mundo, con 63%.
En nuestro país cerca de 3 millones de personas padecen una enfermedad crónica no trasmisible. La inquietud y preocupación que quisiera expresar, ya que nadie está exento en algún momento de su vida de convertirse en un paciente crónico, es la penuria que está padeciendo actualmente para conseguir el medicamento indicado para mantenerse en condiciones estables; en caso contrario correría riesgo de perder su calidad de vida o descompensarse y morir.
El sistema de salud venezolano está tan deteriorado que es muy válida la connotación que tanto hemos utilizado los médicos para reiterar que estamos ante una crisis humanitaria de salud sin precedentes: la escasez de medicamentos ronda cerca de 60%, sin un panorama claro de solución a este problema, que afecta de manera importante al paciente crónico. Incluso, hay fallas absolutas de algunos medicamentos como para los problemas cardiovasculares, que siguen siendo la primera causa de mortalidad en Venezuela. Un ejemplo de esto es la digoxina, fármaco indispensable para el tratamiento de la insuficiencia cardiaca; no se consiguen anticonvulsivantes para el paciente epiléptico; hay escasez de medicamentos para el control de los pacientes diabéticos, hipertensos, con Parkinson y no digamos los pacientes con cáncer, los cuales también caen en la tragedia del déficit de fármacos utilizados para quimioterapia. En este grupo con una condición de cronicidad, quisiera señalar a los que padecen hemofilia, enfermedad genética que impide la adecuada coagulación de la sangre. Fundamentalmente hay 2 tipos: A y B. En nuestro país hay cerca de 4.246 personas que padecen esta enfermedad. 525 sufren de hemofilia tipo B y requieren un tratamiento en forma indefinida con un medicamento denominado Factor IX, que desde hace un año escasea y desde hace dos meses está agotado por completo; si no lo reciben están en riesgo de presentar una hemorragia espontánea.
La Asociación Venezolana para la Hemofilia al comienzo de este mes hizo la grave denuncia de que estaban agotados los inventarios de este medicamento por la falta de asignación de divisas, entonces ¿no hay razón suficiente para decir que estamos ante una crisis humanitaria de salud cuando las divisas tienen otras asignaciones o usos?
De acuerdo con información del gremio farmacéutico, al país llega 60% de medicamentos terminados y 40% se elaboran aquí, pero los insumos requeridos para la producción nacional son importados, y no se asignan las divisas. Lo que esta llegando al país no cubre las demandas. ¿Por qué el Estado venezolano no da las herramientas financieras en el tiempo requerido para la producción nacional de medicamentos? ¿Por qué tantas barreras y trabas para importar insumos tan indispensables para estos pacientes? También ocurre con el resto de la población que necesita de algún fármaco para una afección aguda y tampoco lo consiguen.
Los médicos nos vemos en la necesidad de indicar varias alternativas de medicamentos por si no consigue el principal prescrito, el cual pudiera tener más efectividad y respuesta desde el punto de vista terapéutico. La impotencia que sentimos por esta situación angustia y preocupa a quienes tenemos la gran responsabilidad de la atención médica. El paciente crónico debe recibir su tratamiento en forma oportuna y permanente. El Estado tiene la obligación de garantizar y facilitar el acceso al mismo, en caso contrario continuará la peregrinación de estos enfermos por la red farmacéutica nacional con el desespero que esto representa o incluso tener que ingeniárselas para conseguir los medicamentos en el exterior.

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