El negocio es enfermar
Tan grande es el desfalco, que hasta los criterios de salud y enfermedad los invierten
LUIS JOSÉ UZCÁTEGUI EL UNIVERSAL
jueves 15 de septiembre de 2011 12:00 AM
Invertir en salud es altamente complejo. Pues aunque suene paradójico, se habla de valores millonarios, y la mejor solución no está en poner dinero, veamos las razones. En salud similar a la educación, el capital que se invierte es de muy bajo rendimiento. No es fácil aplicar criterios tradicionales de costos, gastos e indicadores contables, el retorno fundamental que se espera no es de índole monetario, los indicadores son biopsicosociales. Pero no por esto deja de ser determinante los buenos resultados administrativos. Ni en el "cielo" los sistemas de salud pueden sostenerse sin los criterios modernos de organizaciones y gerencias eficientes. Si los marcadores de salud de millones de humanos son positivos es lógico que las cosas se estén haciendo bien. Algo muy diferente a improvisar planes y soluciones que se sustentan en estrategias nada inteligente, si no se "produce" salud, al contrario, las altas sumas de dinero se convierten en gasto "basura" y sirven para fomentar desidia, corrupción y enfermedad. Entonces es cuando se invierte, para complicar al enfermo. Por ejemplo, formando profesionales deficientes se hace migrar al paciente del calvario al infierno. Es una forma de estafar a la sociedad tan voraz y atroz como montarse en el negociado de los equipos médicos, de los insumos sobrevaluados, de las construcciones de áreas a costos de la Quinta Avenida, de los sobreprecios en los servicios y de las punzadas de muerte que recibe el paciente cuando los honorarios profesionales son abusivos. Sin embargo, estas prácticas y efectos no configuran la "gran enfermedad". Hay algo muy deletéreo, cuando para el diseño y ejecución de programas de prevención primaria, secundaria y terciaria la razón es política y el cimiento la ignorancia. La "gran estafa" se perfecciona -tanto en los sistemas de salud públicos y privados- al pulular ideas abortadas de neuronas pasmadas y transgresoras de quienes no entiende qué es: ni la ciencia de la medicina ni la ciencia de la gerencia. Tan grande es el desfalco, que hasta los criterios de salud y enfermedad los invierten: Si hay muchos seres sufriendo, es "bueno", hay más salud monetaria para sus bolsillos, más enfermedad, más posibilidades de hacer negocios y muchas opciones para dañar lo que sirve. @LuisJUzcategui
El hombre convertido en conejo
OSWALDO PULGAR PÉREZ EL UNIVERSAL
jueves 15 de septiembre de 2011 11:38 AM
Durante el siglo XIX se hicieron grandes avances en el campo de la medicina. Miles de experimentos se realizaron para encontrar vacunas y remedios para combatir enfermedades y pandemias. Lo más aterrador del asunto es que muchos de esos experimentos se llevaron a cabo con seres humanos. La noticia viene firmada por Alfred López. Uno de los casos que más conmocionó a la opinión pública fue el "Experimento Tuskegee". Se trata de un estudio clínico realizado entre 1932 y 1972 en Tuskegee (Alabama). Consistió en que los servicios públicos americanos de salud utilizaron a 399 hombres de raza negra a los que tuvieron en observación para ver cómo progresaba la sífilis si no era tratada. Durante 40 años esas personas infectadas fueron estudiadas pero en ningún caso tratadas para intentar curarlas de su infección. Fueron muriendo y muchos contagiaron a sus esposas e hijos, que nacieron con esa enfermedad. A pesar de que se había demostrado que la penicilina era un antibiótico eficaz contra la sífilis, jamás se les proporcionó dosis alguna. El experimento Tuskegee fue citado como "posiblemente, la más infame investigación biomédica de la historia de Estados Unidos. Recientemente, la Associated Press publicó un informe en el que revela una serie de experimentos que se podían equiparar con los que cometieron los nazis en los campos de exterminio. Gran parte de esos experimentos se llevaron a cabo tras la implantación del "Código de Nüremberg" en 1947, que contenía unas normas aprobadas para proteger a los seres humanos de cualquier clase de experimento éticamente intolerable. Pero los científicos estadounidenses no se dieron por aludidos por el código, ya que argumentaban que éste se había aprobado para evitar las atrocidades nazis, pero no los estudios que ellos estaban realizando. Es una demostración palpable de relativismo. Primero disparo el dardo y luego, a su alrededor, dibujo los círculos concéntricos. Nada más formidable. Un dicho popular lo dice lo mismo de otra forma: "poner los caballos detrás de la carreta". Este es un caso insólito que no se les puede atribuir a los nazis, pues no fueron ellos los que los realizaron. Se les puede llamar, en todo caso, antecesores de estas barbaridades. Cuando la persona no es valorada en sí misma, tenga el color que tenga, independientemente del sitio donde nació, o de la familia de la que procede, somos capaces de esto y de mucho más. Recordamos aquella anécdota cuando dispusieron a cinco ciegos delante de un elefante, para que lo conocieran. A cada uno lo situaron al lado de una parte del animal para que lo tocasen y luego lo describiesen. Al que tocó una pata dijo que el elefante era una columna, el que tocó la trompa dijo que era una manguera, y el que tocó la cola, que era una escoba. Naturalmente, todos se equivocaron, porque interpretaban una parte por el todo. Ninguno tenía una visión de conjunto para ser objetivos. Así nos pasa cuando juzgamos al hombre y nos quedamos solo con una parte de él, o con un aspecto del problema planteado. Claro que es interesante saber cómo evoluciona la enfermedad si no es tratada, pero nunca es justificable experimentar con personas ya que eso equivaldría a una sentencia de muerte. No todo lo técnicamente factible, es éticamente admisible. Por muy bueno que sea el fin, éste no justifica cualquier medio. Para que un acto sea recto han de ser buenos el fin y los medios utilizados para conseguirlo. opulgarprez6@gmail.com
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